FRAGMENTO
...así como la costumbre de despertar del sueño cotidiano, Mario vio la luz nuevamente. Se sintió desconcertado por el recuerdo que tenía de estar enfermo y haber cedido al dolor; además podía moverse normalmente. Pero no estaba solo: una multitud le rodeaba. Un temblor estremecía a todos pero no sentían desesperación. El día era brumoso y templado. Los rayos solares se expandieron de tal forma que el sol desapareció para iluminar todo el firmamento y descendió del espacio una estrella que al posarse sobre la Tierra se transformó en Cristo nuevamente humanizado, ahora con el nombre de Emmanuel, aquél con el que originalmente fue profetizado. Todo el mundo permaneció de pie sin parpadear. Nadie despegó sus labios. Poco a poco todos se hincaron y Emmanuel habló:
–Levantaos hermanos.
Esto
lo dijo con gran serenidad y desplazó su mano derecha con atractiva firmeza.
Todos
se levantaron y durante algunos minutos se reconocieron los parientes vivos y
“muertos” que se saludaron, pero evitaron distraerse del suceso divino. Fue entonces
que Emmanuel volvió a tomar la palabra que llegaba a todos.
– He aquí el día anunciado. Vine un día a
dar el mensaje de mi Padre y me crucificaron, pero resucité y dejé sentencia de
volver para comenzar una vida llena de gracia y felicidad. Ahora que ustedes
los hombres, después de saber de los males y los bienes, después de haber
errado el camino lograron instaurar por sí mismos una sociedad común y justa,
debo, como conducto del Padre, premiarlos con la máxima razón que esté de
nuestra parte.
Foto: Spencer Tunick |
– Este es el juicio final. En él comparecerán
todos los que pisaron y transitaron por esta tierra. En él serán evaluadas las
acciones de cada ser...
D. R. © Teófilo Huerta, 1986
D. R. © Teófilo Huerta, 1986
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D. R. © Plaza y Valdés, 2011
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